Hace muy poco, unos días nomás, tuve la sensación de que somos muy pocos los que recordamos el pasado, para poder valorar el presente y lo que se ha logrado.
La velociad mediática logró meterse en la realidad, haciendo que muchos exijan soluciones ya a problemas del pasado y que llevan tiempo para resolverse.
Por eso me pareció bueno tomar como parámetro el fatídico 19 y 20 de diciembre del 2001.
Para decir que me sobran los motivos para defender este modelo bien diferenciado del modelo neoliberal.
Que desde la asunción en el 2003 de Néstor Kirchner , y hasta ahora con la reelección de Cristina Fernández de Kirchner, no me quedan dudas de que el modelo que se viene llevando a cabo es de inclusión, igualdad, justicia social y popular, o sea, para todos y no solo para un grupito de elite como es el modelo neoliberal.
Y no son solo palabras lindas inclusión, igualdad y justicia social son cosas que se logran con el tiempo (no se cuanto, pero si pretenden todo ya, yo creo que no es el camino, porque fueron muchos muchos años de devastación, saqueo de nuestro Estado, país y de nuestros derechos), esfuerzo, dedicación y una buena administración.
Pero recordemos un poco más del pasado neoliberal....
"El proyecto neoliberal, de Martínez de Hoz a Cavallo y de Videla a De la Rúa, se encontró el 20 de diciembre de 2001 con un pueblo decidido a terminar con 25 años de sometimiento y entrega del patrimonio nacional. La memoria de miles de luchas de los '70, los '80 y los '90 confluyeron en la Plaza al grito de "que se vayan todos" para la nueva política. Diez años después, queda de manifiesto que ese día, parimos una Nueva Argentina.
Es muy difícil, sino imposible, comprender la extensión y profundidad del saqueo sufrido por nuestro país entre 1976 y 2001 si no tuviéramos como referencia los logros alcanzados en estos ocho años de gobierno nacional y popular.
Para el año 2001 acumulábamos varios períodos gubernamentales post dictadura y en cada uno de ellos se había profundizado aun más el modelo neoliberal, que dejó como saldo un marcado deterioro del bienestar social.
Tras el shock inicial de la dictadura militar, puesto en marcha el 2 de abril de 1976 por José Alfredo Martínez de Hoz, todos los gobiernos que le siguieron utilizaron más o menos las mismas recetas, con el agravante que a medida que se profundizaban, generaban mayor dependencia de los organismos multilaterales de crédito.
El contexto era similar en todos los países de la región, por lo que era aun más difícil encontrar puntos de comparación que nos permitieran dimensionar la catástrofe económica y social por la que atravesaba el país.
El bienestar social aparecía en el discurso de los sectores dominantes como una meta sólo posible tras un largo esfuerzo de los sectores populares, que debían someterse al mercado y aceptar sus penurias como condición necesaria para que “algún día” pudieran recuperar algo de lo perdido.
Fueron 25 años en los cuales los escasos logros que podíamos obtener consistían en obstaculizar temporalmente la profundización del neoliberalismo, que se expresaba en medidas económicas y sociales que redundaban en mayores niveles de explotación del trabajador y enajenación del patrimonio nacional.
En muchísimos casos ni siquiera se lograba obstaculizar una determinada medida y el saldo positivo estaba dado simplemente por haber articulado una oposición popular a esa medida, como ocurriera con el millón de firmas contra la privatización del sistema jubilatorio en 1994 o con la Ley de Educación Superior en 1995."
La claudicación y complicidad de sectores del movimiento obrero organizado que apoyaron activamente el modelo (privatizaciones, leyes de flexibilización, despidos, desguace del Estado) y de la conducción de los partidos mayoritarios dejaba sin andamiaje institucional a los millones de argentinos que buscaban la manera de hacer frente a un modelo que ya no se valía de dictaduras militares, sino que arrasaba en las urnas.
Incluso sectores de la intelectualidad progresista habían comprado “el fin de la historia”. La “tercera vía” era todo a lo que los sectores populares podían aspirar. Cualquier rumbo que implicara salir del consenso de Washington era tildado de irreal, absurdo, impracticable, imposible o setentista.
Frente a este vacío de representación, durante los `90 surgieron nuevas formas de organización popular y se retomaron viejas metodologías. En 1991 nacía la CTA (primero Congreso, luego Central de los Trabajadores Argentinos), y tiempo después el MTA (Movimiento de Trabajadores Argentinos). La Marcha federal de julio de 1994 y el paro general de agosto de ese mismo año comenzaron a delinear el nacimiento de un nuevo conglomerado que sería el motor de la resistencia. En 1996 comienzan a surgir de manera organizada los primeros agrupamientos de desocupados (Movimientos de Trabajadores Desocupados) y para 1997 las protestas sociales se multiplicaban por miles.
El modelo, que aun conservaba respaldo en las urnas –De la Rúa ganó cómodamente las elecciones de 1999 en clara continuidad con las políticas del FMI- comenzaba a encontrar obstáculos en las calles y el clima social empezaba a ser una olla a presión."
Fuente: Fragmento tomado de la nota de la revista 2016 "20 de diciembre: El pueblo sabe lo que quiere"